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Trabajadores, no colaboradores

Christian Wiener F.

Publicado: 2016-11-18


En los años sesenta y setenta del siglo pasado, los estudios semióticos revelaron que el lenguaje estaba muy lejos de ser neutro y aséptico, y que la ideología y sus mecanismos de poder hegemónicos determinan la manera como nombramos a los sujetos y las cosas, y sus significados sociales. Recuerdo, entre muchos otros, los trabajos del argentino Eliseo Verón analizando y desmontando los mecanismos como los medios informativos “construyen el acontecimiento” en relación a hechos políticos, estableciendo sus puntos de vista y prejuicios como sentido común a toda la sociedad.

Eso lo entendió muy bien la teoría feminista, con sus estudios del lenguaje como “constructo social” que ha normalizado hasta en sus expresiones más cotidianas el patriarcado, con la invisibilización y cosificación de la mujer, para imponer la desigualdad de género.

Pero mientras los estudios semióticos se hacían más crípticos y encerrados en el ámbito académico, los sectores hegemónicos neoliberales fueron reconstruyendo las expresiones y los sentidos en los espacios sociales para imponer su ideología enmascarada en una supuesta renovación “técnica” del lenguaje. Una primera fue desaparecer la noción de “clase social” (y por consiguiente la lucha entre estas como motor de la historia según Marx) por la de “sectores socioeconómicos”, subdivididos a su vez en letras del alfabeto (a,b,c,d,e) que se usa para fines estadísticos y de investigaciones de Marketing, y que ahora se ha impuesto para todo análisis sociológico.

Luego la salud y la educación dejaron de ser considerados derechos fundamentales para convertirse en servicios, lo que significaba que podían ser privatizadas, y que hacer negocio o lucro con ello ya no era mal visto. De allí a considerar a los pacientes y estudiantes como usuarios o clientes, hay un solo paso. En otros ejemplos, la fiscalización fue reemplazada por la supervisión, la represión por seguridad, la profesión por la carrera, entre otros casos bastante elocuentes.

Eso no quiere decir que el lenguaje se hubiera vuelto más democrático, todo lo contrario, y ahí están los reporteros de televisión recordándonos que los habitantes de las zonas pudientes son “vecinos”, mientras que de los barrios de menos recursos son “pobladores”; o que el éxito es sinónimo siempre de un ejecutivo, nunca de un trabajador.

Precisamente es el campo del trabajo en donde se ha impuesto en los últimos años, en muchas partes, fruto de los manuales de gestión empresarial y los “coaching”, una serie de términos para encubrir la relación laboral, con el pretexto de hacerla más “inclusiva” pero en la práctica para reducir derechos y, lo más importante, negar identidad. Así, ya no se habla de despidos sino de “desvinculación” (o flexibilización cuando es masiva), el sueldo o salario se ha vuelto asignación o remuneración, el jefe es ahora líder o facilitador -para suponer horizontalidad- y el trabajador deviene “colaborador”, porque el anterior término dicen que era “ofensivo” (¿?) y no te permitía la identificación con la empresa. Claro que si hacen huelgas o no contribuyen al “buen clima”, si deben ser llamados como tales (¿alguien ha documentado una huelga de colaboradores?)

Algunos dicen que son meros eufemismos del discurso neoliberal y yuppie, pero lo innegable es que este lenguaje "orwelliano" ha calado en muchos sectores que defienden su uso, incluso de trabajadores, especialmente jóvenes; por lo que como sucede con el discurso patriarcal, a los trabajadores y sus dirigentes solo les cabe denunciarlo y desconstruirlo como tal. Como señala Marko Tapia: “Es necesario que en la relación laboral, relación que no es otra que la repartición de poder entre empleador y trabajador, asumamos que tanto como exigir mejoras directas para los trabajadores no se caiga en el disfraz al lenguaje, sino que entendamos que corresponde decir las cosas como son, puesto que si asumimos la lógica de los eufemismos poco se podrá discutir, si de la sola lógica del lenguaje asentimos lo que diga la otra parte de esta balanza de poder.


Escrito por

elchw

Comunicador Social, catedrático, renegón de la política y convencido de la necesidad de cambios, empezando por uno mismo


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