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Traición Pobre Perú

Christian Wiener Fresco

Publicado: 2015-10-09

En el 2005 el entonces comandante en retiro Ollanta Humala inició su primera campaña electoral con un discurso radical que entusiasmo a muchos sectores como escandalizo a otros con gran poder económico y mediático, que lo vieron como el temido candidato antisistema y seguidor del gobierno velasquista de los años 60 y 70, y la doctrina boliviariana promovida por el chavismo en Venezuela e irradiada a otras naciones de la región. Entre otros temas claves de esa campaña estuvo la suscripción del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos que había llevado adelante el gobierno de Toledo, y que Humala y sus partidos, como las agrupaciones de izquierda, cuestionaban acremente. Por eso en los días previos a la segunda vuelta con Alan García en junio del 2006, Humala manifestó su abierta oposición a la firma del TLC antes de instalarse un nuevo gobierno, y llamo a la realización de un referéndum para conocer si la mayoría del pueblo daba su aprobación o no a este acuerdo. Iniciativa que fue ninguneada cuando no objeto de burlas por los grandes medios y políticos, como el ex Presidente del Congreso, Antero Flores-Araoz, que llego a decir en tono racista:"¿le vas a ir a preguntar a las llamas y vicuñas sobre el TLC?". Al final el TLC fue aprobado por la mayoría en el Congreso, contando con los votos del Apra, no obstante que su líder Alan García había prometido que de llegar al gobierno iba a revisar lo acordado, lo que nunca hizo, sino más bien lo fortaleció, e incluso promovieron una acción tan funesta como el Baguazo en nombre del sacrosanto TLC.

Para la campaña del 2011, un Humala más morigerado ya no propone la derogatoria del TLC sino su revisión y afinamiento como estaba señalado en su programa de gobierno y reiterado en la llamada Hoja de Ruta de la segunda vuelta. Cuando es elegido, y ya es visible su viraje a la derecha y el continuismo neoliberal, asegura que cumplirá los acuerdos y tratados suscritos por el país. Pero en diferentes entrevistas y declaraciones asegura no poder ir más allá en su gobierno por los candados y trabas heredadas de los acuerdos internacionales, lo que es ratificado y ampliado por miembros de su bancada como Daniel Abugattás, que lo presenta casi como un rehén del sistema que quiso cambiar pero lo cambio a él.

Que Humala había traicionado el mandato popular por el que había sido elegido era evidente a poco de iniciarse su mandato (lo que trato de ser disimulado con programas asistencialistas). Sin embargo la política del piloto automático, guachimán de la CONFIEP (aunque mal paguen) y disciplinado socio de los Estados Unidos parece no tener límites en este gobierno. No han tenido el menor pudor ni el Ejecutivo ni el Congreso en incrementar la presencia militar norteamericana en el territorio, reprimir a sangre y fuego cualquier protesta que ponga en riesgo las inversiones, ampliar los acuerdos comerciales, y la cereza del pastel, celebrar en el más absoluto secreto el Acuerdo Transpacífico (TPP) que reúne a doce países de la cuenca del Pacífico en un acuerdo de libre comercio liderado por los Estados Unidos.

El TPP lleva más adelante los alcances del TLC y con mayores implicancias, graves en terrenos como la salud y los precios de los medicamentos, la producción agrícola y el cuidado del medio ambiente, o el acceso y libre difusión en Internet, entre otros temas críticos. Pero peor aún es la renuncia a la soberanía, al ceder ante tribunales arbitrales internacionales las decisiones sobre aspectos que las empresas trasnacionales consideren lesivos a sus intereses. De esta manera, por ejemplo, si se suspende un proyecto minero por un reclamo medioambiental de los pobladores, o una iniciativa legislativa regulatoria, los inversionistas podrán acudir a dichos tribunales alegando que sus expectativas económicas se han visto frustradas o perjudicadas. En suma, un tratado de sometimiento sin anestesia, donde los países más poderosos, como Estados Unidos y en menor grado Japón y Canadá, impondrá la partitura con la que tendrán que bailar el resto de los países, en especial los latinoamericanos. Como ha sido planteado, en realidad el objetivo central del TPP (como el TISA en el sector servicios, que también se negocia en el más absoluto secreto) es más político que comercial, ya que se busca reducir la presencia y posible hegemonía de China en esa zona, dando mayor relieve a las grandes trasnacionales en detrimento de los Estados, que pasarán a dominar el mundo de forma legal.

Este es el acuerdo que el Perú suscribirá para sentirse un país importante anuncia Humala, rodeado de los ministros que no lo acompañaron en su campaña, y con su rostro inexpresivo y mirada cautiva. Por supuesto que es su derecho a cambiar de opinión y posiciones, aunque no a traicionar el mandato que le dio el pueblo para elegirlo. Aunque ya sabemos que aquí el traicionar es más bien celebrado por los grandes medios, y no hay sanciones más allá del desprecio momentáneo que nuestro amnésico electorado práctica. Pero más allá del cambiazo, y la negación por parte de los gobernantes de lo que antes se decía, hay que reivindicar el derecho de la población a la consulta democrática, más aún cuando todo el acuerdo fue manejado en el más hermético silencio, como se hacen los actos criminales. Es decir, un referéndum para validarlo o no, independientemente de lo que pueda decidir el desprestigiado congreso actual. ¿O acaso lo que decía Humala hace unos años, sobre que las decisiones importantes “deben consultarse con la población” ya no es válido ahora que es gobierno? Salvo que el llamado “gobierno de la inclusión” piense también como los otros políticos y sus periodistas, y crea que los pobladores de a pie son “electotarados” o auquénidos sin capacidad de decisión sobre los temas importantes y decisivos para el futuro del país.


Escrito por

elchw

Comunicador Social, catedrático, renegón de la política y convencido de la necesidad de cambios, empezando por uno mismo


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