Más allá de la basura
Christian Wiener Fresco
Creo que el problema de la marcha contra la “TV basura” es la despolitización de su contenido y metas. Justamente el éxito de la movilización contra la Ley Pulpín radicó en que apuntaba a un objetivo claro y concreto, como la derogatoria de la susodicha norma que inicialmente había congregado a toda la derecha a su favor. Y aunque la movilización parecía restringida a un sector y edad, permitió por su insistencia y coraje, desnudar un tema mayor que el discurso neoliberal de los últimos años había diluido, cual es la precarización del empleo y las condiciones cada vez más abusivas a que son sometidos los que menos tienen. Lamentablemente eso no parece vislumbrarse en esta nueva convocatoria que, conforme pasan los días, parece más confusa y prejuiciosa, cargada de clichés moralistas, y sin que quede claro que es lo que se busca (¿censurar programas, restringir horarios o proponer una televisión alternativa?) y quiénes son sus responsables (¿los dueños de los canales?, ¿los conductores de los programas?, ¿las autoridades del Estado?). Por eso me permití escribir en el muro de los convocantes que no había que quedarse en el producto televisivo, al fin y al cabo siempre reemplazable por otras “basuras”, sino ir a la raíz del problema, que nace por supuesto de la mala educación, y el desprecio a la cultura a nivel oficial (véase no más lo que está sucediendo ahora en la Municipalidad de Lima).
Pero más en concreto en el tema televisivo, esta situación responde también a una ley de Radio y TV desregulada e inocua (con un CONCORTV sin posibilidades efectivas de acción) y la ausencia de un Ombusdman, o defensor de las audiencias en medios, para buscar regularlos en algún modo. De esta manera, más que una marcha contra la “TV basura”, que corre el riesgo de quedarse en lo anecdótico, superficial, y hasta prejuicioso y peligrosamente homofóbico (como las alusiones al sexo de los conductores televisivos, que parecen sacado de ciertos grupos evangélicos que marchaban contra la Unión Civil el año pasado) lo que sería más productivo es marchar por una televisión de calidad, y exigir al Estado, como acaba de suceder en Chile, una cuota de programación cultural obligatoria en los medios, y en horario estelar. Todo lo cual nos lleva, nuevamente, a la necesidad urgente de impulsar el debate sobre el futuro de la televisión digital en el país, y como asegurarnos de que ella pueda estar al alcance no solo de los privilegiados de siempre, sino de experiencias comunitarias, canales regionales y grupos culturales, para que nuestra televisión no sea más basura, ni nada que se le parezca.
Escrito por
Comunicador Social, catedrático, renegón de la política y convencido de la necesidad de cambios, empezando por uno mismo